EL VERDADERO POETA MALDITO: GABRIEL ESCORCIA GRAVINI




"Nunca podrás ser mía, aunque yo quiera
porque lo exige así la suerte impía
y,si esa misma suerte nos uniera
tú fueras desgraciada siendo mía"



Y bien, algunos pondrán su grito, otros tildarán de blasfemia literaria el artículo, pero es necesario ahogar en el fango el estereotipo de poeta maldito, no es lo mismo que lo tilden así por escoger una existencia turbia, a que la vida lo condene a uno a las peores miserias. Baudelaire fue una mezcla de ambos casos, conflictos familiares que luego se mezclaron con las drogas y el alcohol, pero su rima y su métrica son perfectas, toda una innovación para los amoríos del diablo, la muerte y el pecado.

Bukowski, en cambio fue denominado por los medios cuando en realidad proclamaba una poesía sucia, sin arreglos ni musicalidad, bastante marginal a voz de los especialistas y de la mía también.


Dejando el tiempo y el espacio todos o la gran mayoría concordarán que Poe es el paradigma de escritor maldito, desde su nacimiento hasta su muerte: amores fallidos, orfandad, depresión, una sombra encima de otra sombra. Pero no, tampoco es el gran maestro él que ocupará estas líneas.


Es en tierras de Colombia donde nace el verdadero poeta maldito. Hermoso y místico país, en realidad cuna de grandes Malditos, sea por cualquiera de las razones antes mencionadas. Julio Florez, Raúl Gómez Jattin o Héctor Escobar Gutiérrez. No obstante, es Gabriel Escorcia Gravini a quien la musa enferma de la poesía decidió ofrendarle sus orgasmos llenos de desgracias.





Este mal afecta principalmente al sistema nervioso periférico en palabras más simples los nervios y las neuronas que se encuentran fuera del cerebro y de la médula espinal. También afecta a la piel, la mucosa de las vías respiratorias y los ojos. De a poco aparecen úlceras cutáneas, dolores musculares hasta que el músculo se cae dejando graves desfiguraciones.


Si nos remontamos a la edad Antigua, esta afección era vista como una maldición divina, en la edad Media como un castigo por los pecados. En 1873 el médico noruego Gerhard Hansen se valió de un microscopio para demostrar que era una infección y no un castigo o maldición. Cabe señalar que recién en 1940 se da el primer avance científico ante esta enfermedad. Las personas que padecían de este mal eran tratadas como la escoria de la sociedad, aisladas de su hogar y de sus familias.



Con esta explicación, oriento ya el escrito hacia Gabriel Antonio Escorcia Gravini, una vez diagnosticado con esta enfermedad los padres lo retiraron de la escuela y por intervención de dos de sus hermanas fue escondido en la casa familiar para que no sea trasladado a un leprocomio en una isla. La ley colombiana de ese tiempo dictaba que los médicos estaban en la obligación de reportar todos los casos de lepra.

Los padres mandaron a construir en el centro del patio un cuarto especial donde Gabriel permanecería aislado hasta su muerte. Catorce miserables años pasó encerrado, por temor al rechazo popular y hasta por las autoridades que amenazaban con llevarlo al leprocomio. La noche se convirtió en su cómplice y una que otra salía a pasear por el cementerio, de ahí nace su poema más fúnebre y desolador ⇨“La gran miseria humana”⇦. poema que se hizo famoso más por la interpretación de Lizandro Meza.

En los últimos días de su vida dejó de escribir y de tocar la guitarra porque la piel y la carne se le desprendían por doquier. Cuando la muerte decidió recogerlo, los padres prendieron fuego a su cuarto por temor al contagio perdiéndose toda su obra literaria, lo poco que hoy conocemos es gracias a su único amigo, aquel que no lo abandonó ni en la enfermedad: el poeta José Miguel Orozco quien nunca tuvo miedo al contagio incluso se convirtió en una suerte de ñ cuando ya su amigo no podía escribir. 


Poeta de innumerables grandezas nunca conoció el amor sexual ni tuvo una novia donde verter su llanto. Poeta Maldito que supo retratar la miseria humana y que al tema de la muerte lo transformó en un canto popular que hasta hoy se entona.



En el jardín de la melancolía,
donde es mi corazón un lirio yerto,
yo cultivo la flor de la poesía,
para poder vivir después de muerto.


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