GABRIEL ESCORCIA GRAVINI

La Muerte y el destino

¡Fantástica visión! ¿De dónde vienes?
Estás en la mansión del camposanto,
donde se guardan los mundanos bienes
entre flores regadas por el llanto.
Vengo del mundo, donde el Dios divino
señala con su dedo coralino
los inmensos espacios de la nada.
¿Quién eres pues?
Soy el Destino.
el mismo que te trajo a esta morada;
vengo tocando misteriosos puntos
haciendo débil al que ha sido fuerte
estoy cansado de mi negra suerte
y vengo a reposar con los difuntos.

¿Dime Destino si mi esposa bella
mi iris de amor, mi deslumbrante estrella,
se ha olvidado de mi o me quiere todavía?
Al mes de estar en esta tumba fría
a otro su corazón entregó ella.
¿Y mis hijos. Flores de mi alma
se han olvidado de la ausencia mía?
Tus hijos que aun recuerdas en la calma
de tu prisión tan lóbrega y sombría,
jugaron tu riqueza soberana
con la más vergonzosa felonía,
y la casa quitaron a tu hermana
sin llorar por tu muerte un solo día.

Ingratos. Para así mirar es
mejor que los hubiera visto yertos,
donde con nadie puedan revelarse.
El que muere jamás llega a levantarse
ni el que vive se acuerda de los muertos.

¿Para que llegue hasta las almas buenas
cuántas misas me han dicho en sus locuras?
Por cuenta de ellos, seguirán tus penas,
pues nada hay que esperar de almas impuras.

Callóse el muerto oyendo el verdadero
discurso: y en seguida se derrumba
su esperada ambición y lastimero
volvió a dormir el sueño de la tumba.

El Corazón Humano

A ti corazón carnal
que te comerá el gusano
mereces que con mi mano
te sepultara un puñal
yo no sería criminal
matando a mi corazón
pues sólo iría a la prisión
de la negra tumba espesa
donde acaba la pobreza
entre el llanto y la oración.

Sondead la tierra y en ella
hallareis minas de oro
ese gran metal sonoro
que compra a la mujer bella
y la pobreza atropella.
Con su paso colosal
compra el grado doctoral
y aunque no exista la idea
hace que el hombre sea
bien ladrón o criminal.

La carta de un suicida

Es la noche de mi retiro triste
Pienso confuso en tu traición
Amarme eternamente prometiste
Y hoy me rompes, ingrata, el corazón.



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