Colombia
1889 – 1937
Tristitia
rerum
El
dolor es el alma de las cosas,
y
más si son efímeras y bellas;
quizá
por eso nos parecen ellas
tanto
más tristes cuanto más hermosas.
Habitadas
por almas misteriosas
nos
ocultan sus íntimas querellas,
aunque
sólo el dolor de las estrellas
se
puede comparar al de las rosas.
Tan
sólo tú penetras y conoces,
¡oh
Poeta! ¡oh Vidente! sus serenos
pensares
y oyes sus calladas voces.
Y
vas a ellas con piedad, de modo
que
si no lo ama todo, por lo menos
tu
corazón lo compadece todo.
Difusión
Ya
el otoño llegó, y aún busco aquella
novia
lejana cuyo cuerpo leve
es
un ampo de rosas y de nieve
en
que embrujada se quedó una estrella.
Y
aunque no pude ni encontrar su huella
y
los inviernos de la vida en breve
escarcharán
mi sien, algo me mueve
a
seguir caminando en busca de ella.
Mas
pienso a veces que quizás no existe
y
que jamás sobre la tierra triste
podré
con ella celebrar mis bodas,
o
que este loco afán en que me abraso
la
busca en una sola cuando acaso
se
halla dispersa y difundida en todas.
☥
Ella
Tú,
mi novia de siempre, la lejana
novia
de blanca túnica ceñida;
la
nunciadora en cuya frente erguida
brilla
el lucero azul de la mañana;
tú,
prometida y a la vez hermana,
a
quien buscó mi juventud florida
y a
quien, en el invierno de la vida,
buscaré
aún con la cabeza cana.
Tuyos
fueron los brotes abrileños
del
cándido rosal de mis ensueños,
su
primer yema y su primer retoño;
y
hoy —pasados los años— como prenda
de
constancia inmortal, te hago la ofrenda
de
este ramo de rosas de mi otoño.
Canción
del atardecer
Ante
la hembra hermosa de curvas de lira
que
a mi lado pasa con triunfal alarde,
mi
corazón arde como roja pira
Pero
a mis oídos una voz suspira:
–Corazón,
corazón, ya es muy tarde.
Ante
el oro trágico, de fulgor sangriento,
que
con llamaradas demoníacas arde,
mi
ambición se lanza como un dardo al viento.
Pero
a mis oídos dice el mismo acento:
–Corazón,
corazón, ya es muy tarde.
Al
oír el áureo pregón de la fama,
ansío
glorias, triunfos, la apolínea rama,
pero
ante la vida me siento cobarde,
y
junto a mi oído la misma voz clama:
–Corazón,
corazón, ya es muy tarde.
Oración
a Satán
Satán
yo tuve un alma tan alba como el lino
o
como el armiñado toisón de los pascuales
corderos,
y las santas Virtudes Teologales
nevaron
de azucenas de gracia mi camino.
Más
exprimí tus uvas y me embriagué con vino
de
tu lagar; fui príncipe de rojas saturnales
y
cultivé la flora malsana de los males
en
un envenenado jardín luciferino.
Hoy,
solo en mi soberbia e indiferente al mundo
de
flores y de danzas y músicas circundo
mis
horas, con el ansia secreta de olvidar.
Más,
oh Satán, oh príncipe rebelde; me quebranta
la
pena que te atrajo la compasión de Santa
Teresa:
la congoja de no poder amar