Quito - Ecuador
1892 – 1912
☥
Vas
lacrimae
La
pena… La melancolía…
La
tarde siniestra y sombría…
La
pena… La melancolía…
La
vida tan gris y tan ruin.
¡La
vida, la vida, la vida!
La
negra miseria escondida
royéndonos
sin compasión
y la
pobre juventud perdida
que
ha perdido hasta su corazón.
¿Por
qué tengo, Señor, esta pena
siendo
tan joven como soy?
Ya
cumplí lo que tu ley ordena:
hasta
lo que no tengo, lo doy…
☥
Para mí tu recuerdo
Para
mí tu recuerdo es hoy como la sombra
del
fantasma a quien dimos el nombre de adorada...
Yo
fui bueno contigo, tu desdén no me asombra,
pues
no me debes nada, ni te reprocho nada.
Yo
fui bueno contigo como una flor. Un día
del
jardín en que solo soñaba me arrancaste;
te
di todo el perfume de mi melancolía,
y
como quien no hiciera ningún mal me dejaste...
No
te reprocho nada, o a lo más mi tristeza,
esta
tristeza enorme que me quita la vida,
que
me asemeja a un pobre moribundo que reza
a
la Virgen pidiéndole que le cure la herida.
☥
Madre Locura
¡Madre
Locura! Quiero ponerme tus caretas.
Quiero
en tus cascabeles beber la incoherencia,
y
al son de las sonajas y de las panderetas
frivolizar
la vida con divina inconsciencia.
¡Madre
Locura! Dame la sardónica gracia
de
las peroraciones y las palabras rotas.
Tus
hijos pertenecen a la alta aristocracia
de
la risa que llora, danzando alegres jotas.
Sólo
amargura traje del país de Cíteres…
Sé
que la vida es dura, y sé que los placeres
son
libélulas vanas, son bostezos, son tedio…
Y
por esto, Locura, yo anhelo tu remedio,
que
disipa tristezas, borra melancolías,
y
puebla los espíritus de olvido y alegrías…
En el blanco cementerio
En
el blanco cementerio
fue
la cita. Tú viniste
toda
dulzura y misterio,
delicadamente
triste…
Tu
voz fina y temblorosa
se
deshojó en el ambiente
como
si fuera una rosa
que
se muere lentamente…
Íbamos
por la avenida
llena
de cruces y flores
como
sombras de ultravida
que
renuevan sus amores.
Tus
labios revoloteaban
como
una mariposa,
y
sus llamas inquietaban
mi
delectación morosa.
Yo
estaba loco, tú loca,
y
sangraron de pasión
mi
corazón y tu boca
roja,
como un corazón.
La
tarde iba ya cayendo;
tuviste
miedo y llorando
te
dije: Me estoy muriendo
por
tí que me estás matando.
En
el blanco cementerio
fue
la cita. Tú te fuiste
dejándome
en el misterio
como
nadie, solo y triste.
☥
Melancolía, madre mía
Melancolía,
madre mía,
en
tu regazo he de dormir,
y
he de cantar, melancolía,
el
dulce orgullo de sufrir.
Yo
soy el rey abandonado
de
una Thulé dorada donde nunca viví
y
al verme pobre y desterrado
vuelvo
los ojos hacia ti.
Melancolía,
tú eres buena,
tú
aliviarás este dolor;
para
esta pena,
serán
tus lágrimas de amor.
¿Qué
me ha quedado de aquella hora
primaveral?
La
melodía pasó. Ahora
sólo
hay un eco funeral.
¿Y
la mujer a quien quisimos?
¡Ay!
se fue ya.
¿Y
la mujer que en sueños vimos?
Nunca
vendrá.
(...)
Y
así, la vida:
las
estrellas mintiendo amores con su luz,
cuando
muy bien pudiera que ellas
sean
los clavos de una cruz.
(...)
Melancolía,
madre mía,
en
tu regazo he de dormir,
y
he de cantar, melancolía,
el
dulce orgullo de sufrir.
☥
Aria galante
Para
ti mi pensamiento,
para
ti mi corazón;
para
ti, flor de tormento,
mi
pasión.
Y
que dos cercos violados
que
a tus ojos hechizados
aureolan
de suplicios,
viertan
en mí, alucinados
maleficios.
Porcelana
de ilusiones
tu
palidez...
Me
da claustrales visiones
tu
languidez...
y
tu labio purpurado
que
has mojado
en
sangre de corazones,
es
una flor de pecado
de
un jardín de tentaciones.
¡Princesa
de mis quimeras,
que
tus moradas ojeras,
que
tu inviolada blancura
y
la llama de tu boca,
sean
blasón de mi loca
desventura!
Y
recuérdalo, Princesa,
que
mi amor te canta y reza:
para
ti mi pensamiento,
para
ti mi corazón;
para
ti, flor de tormento,
mi
pasión.