Claudio de Alas
Colombia 1886 - 1919
Cuando moría, me
enlazó en su brazo
cual un reptil de
palpitante raso;
y con voz afiebrada y
lastimera,
me dijo que cual
última terneza,
y en recuerdo de toda
su belleza,
me dejaba su blanca
calavera...
Que robara a la
hambrienta sepultura,
ese último jirón de
su hermosura,
que una lívida amante
me sería,
y en mis horas,
alegres o de duelo,
su alma, descendiendo
desde el cielo,
al través de sus
cuencas me vería...
Pasa el tiempo... El
ave silenciosa
del recuerdo voló
sobre su fosa,
llamándome a cumplir
aquel pedido,
que cual lúgubre flor
de sus amores,
me dejó en los
postreros estertores,
temerosa a los lutos
del olvido.
Y era una noche.
Oscuridad y viento;
la lluvia desgarrando
el firmamento;
batida en sus ramajes
la espesura;
los jardines
tronchados y barridos;
y del mar, el
estruendo y los rugidos,
resonando a lo lejos
con pavura...
Ardiente el corazón,
los miembros yertos,
escalé la muralla de
los muertos;
y pensando en la
súplica postrera
de esa lívida novia
del Misterio,
me perdí en el
profundo cementerio,
porque iba a robar su
calavera.
Por las calles
desiertas y medrosas,
buscando en los
letreros de las fosas,
llegué hasta su
sepulcro solitario.
El viento en los
cipreses sollozaba,
y la lluvia, furiosa,
me azotaba,
cual queriendo
arrojarme del osario.
De una lámpara sorda,
bajo el brillo,
su mármol quebranté
con un martillo.
Cual fatídico abismo,
negro y hondo,
de la tumba la puerta
entenebrida
abierta contemplé...
De entre su fondo,
brotó una bocanada
corrompida!
Y en lo profundo de
la negra caja,
entre blancos jirones
de mortaja,
la miré desleída y
pestilente:
sepultadas sus formas
y sus manos,
entre olas hirvientes
de gusanos
que tragaban su carne
lentamente.
En sus sienes,
mechones de cabellos,
sus ojos ¡ay! como
ninguno bellos,
convertidos en
cuencas pavorosas;
en su boca, que fue
roja granada,
una muda y horrible
carcajada,
y su pecho en
piltrafas asquerosas...
De su belleza, que
radió cual astro,
no había allí tan
siquiera un rastro.
Era un informe y
corrompido andrajo.
La miré contristado,
mudo, inerte:
medité en los
festines de la Muerte,
y me hundí en el
sepulcro abierto a tajo.
Temblorosas,
tendiéronse mis manos
al inmenso hervidero
de gusanos.
Busqué de la garganta
las junturas:
nervioso retorcí...
Hubo traquidos
de huesos arrancados
y partidos...
hasta que hollando
vil las sepulturas.
Huí miedoso entre las
sombras crueles,
creyendo que los
muertos en tropeles,
levantaban su forma
descarnada
corriendo a rescatar
su calavera,
esa yerta y silente
compañera
de la lóbrega noche
de la Nada...
Eso pasó... fue
ayer... Hoy, en mi mesa,
cual escombro final
de su belleza,
helada, muda, lívida
e inerte,
sobre mis libros en
montón, reposa,
cual una gigantesca y
blanca rosa,
_que ostentase la
risa de la Muerte._
Sus grandes cuencas,
como dos cavernas,
me contemplan
inmóviles y eternas.
Atónito, al mirarlas,
me figuro
que su alma tal vez
huya del Cielo,
para triste, silente
y con anhelo,
mirarme allá, desde
su fondo oscuro.
Entonces con amor
llego hasta ella,
y cual si fuera,
cuando viva y bella,
por sus huesos, mi
mano se desliza:
siento de ansia el
corazón opreso,
y en el instante en
que le doy un beso,
me encuentro ¡ay! con
su macabra risa.
Y allá, de la alta
noche, cuando escribo,
ante su faz
sintiéndome cautivo,
me parece que se
abren sus quijadas,
y que en frases muy
tiernas, temblorosas,
me pide que le diga
blandas cosas,
como en noches
amantes y borradas...
Y soñando, la veo
transformarse
en la bella de
entonces, y acercarse...
y sentirme yo suyo...
y ella mía...
Más, al instante mi
pupila advierte,
que no es sino la
imagen de la Muerte,
que me contempla
extática y sombría.
Ya llevan mucho
tiempo estos amores...
Es ella quién conoce
mis dolores,
los sueños todos de
mi vida entera...
Ella me da la
desnudez que viste,
y yo el cariño de mi
alma triste,
teniéndola de novia
hasta que muera.
Y cuando rompa de la
Vida el lazo,
cual ella a mí, la
enlazará mi brazo,
y antes que en mi
redor todo sucumba,
le diré como frase
postrimera:
—Acompáñame, pobre
calavera,
acompáñame, amada,
hasta la tumba!...